El 6 de abril de 1975, es fundada la Asociación Dominicana de Psicología (ADOPSI), fecha elegida por los colegas dominicanos como su Día Nacional, con motivo del cual les extendemos nuestro efusivo saludo.
La formación profesional en Psicología había empezado en República Dominicana algunos años atrás, en 1967, cuando, de modo casi simultáneo, la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD, oficial) y la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU, privada), crearon sendos departamentos de psicología, dentro del ambiente de apertura y crecimiento del sistema educativo superior de este país, posterior al fin de la dictadura de Trujillo.
LA
“PSICOLOGIA DEL DOMINICANO”
El
primer intento por describir psicológicamente al hombre dominicano está
contenido en el ensayo "La Alimentación y las Razas" del periodista,
cuentista y sociólogo intuitivo dominicano, José Ramón López (1866-1922),
publicado por primera vez en Santiago de Cuba en 1896 (véase López,
1991). La tesis de López se puede resumir en que la pobre salud
física del dominicano, su atrofia intelectual y su incapacidad para ascender a
las formas más elevadas de la vida civilizada, tienen su origen en la mala
alimentación; ésta debilitó al hombre dominicano, le empobreció la fuerza
cerebral y lo hizo perezoso e indolente. Tres son los rasgos principales
que, en opinión de López, la degeneración causada por la deficiente
alimentación ha impreso en el carácter de los campesinos dominicanos: La
imprevisión, la violencia y la doblez. La imprevisión, porque la
previsión es una sucesión de esfuerzos mentales bien dirigidos, de los cuales
no es capaz un espíritu desprovisto de vigor y conocimiento. Sólo quien tiene
conocimiento de causa puede ser previsor, pues a fuerza de razonamiento, puede
ir de lo conocido a lo porvenir. Los degenerados, los escasos de
entendimiento apenas pueden columbrar el presente. En cuanto a la
violencia, ésta es la consecuencia natural de un entendimiento perezoso e
ignorante, para el cual razonar es trabajo recio y a veces imposible; por ello,
en toda contradicción preferirá siempre aniquilar al contrario antes que
desarrollar una complicada argumentación para convencerle. Finalmente, la
doblez como rasgo del carácter del campesino dominicano, responde, según López,
a la inferioridad en que coloca la degeneración intelectual al que la sufre,
respecto a los que gozan de un entendimiento despejado. Según López, es
un homenaje a la superioridad ajena, un temor constante de salir mal librado en
todas sus relaciones. Los tres rasgos del carácter señalado generan
vicios secundarios. Por ejemplo, la perezosa imprevisión hace al
campesino jugador empedernido, la violencia le convierte pronto en homicida, y
la doblez le cierra el camino a la prosperidad honrada (López, 1991, pp.
33-38).
Al enfocar la situación del
hombre de la ciudad, López señala que la degeneración en las ciudades, sobre
todo en lo psicológico, ha ocurrido a saltos, a diferencia de la forma gradual
en que ha ocurrido en los campos. En este sentido, agrega:
La gimnasia mental continua de
la vida urbana mantiene el cerebro de manera que es lo último que sucumbe en la
ruina del organismo. El cuerpo se va extenuando de generación en generación
y todavía próximo a inutilizarse derrama en él la inteligencia sus postreros
fulgores como los de la lámpara al quemar las últimas gotas de aceite. La
catástrofe sobreviene de sorpresa. Súbitamente aparecen los desórdenes
nerviosos, y los hijos de hombres de buen juicio, últimos retoños de una raza
debilitada, nacen neuróticos, afligidos de extrañas manías, con propensión
tenaz a la locura, que se desarrolla en el tránsito difícil de la puerilidad a
la adolescencia, o en cuanto violentas emociones conmueven su ánimo. Se
podrían citar ya familias enteras cuyos miembros adolecen de trastornos
mentales; y otras con el sistema nervioso tan quebrantado que carecen de muchas
de las condiciones necesarias para alcanzar o mantener el bienestar, perdidas ya
la iniciativa y la constancia, y tupida la comprensión de manera que no les
permite el entendimiento completo y el dominio de los asuntos que les
interesan. (López, op. cit., p. 39).
Como vía de regeneración,
López propone el retorno a una alimentación abundante, sana, nutritiva, y
consumida a intervalos regulares. Según López, "La raza es buena,
tenaz y conserva todavía en embrión las excelentes condiciones que extingue
durante el crecimiento la mala alimentación. Obsérvese con cuidado a
nuestros niños. Tienen inteligencia sutilísima; son vivaces, fuertes,
ágiles. Pero a medida que van desarrollándose en un medio desfavorable
por la escasez de nutrición, esas bellas cualidades se atenúan o se borran en
vez de aquilatarse, y sucede muchas veces que quien fuera un lince a los ocho
años, a los veinte es casi un topo. ¡Qué espirituales, qué hermosas, qué
fuertes serán las generaciones futuras si se las cría de hoy en adelante con
educación griega, dotándolas de cuerpo vigoroso y bello, para que el alma tenga
instrumento hábil con qué manifestarse en todas formas" (López, 1991, p.
41).
Hoy, a 113 años de la
publicación original de "La Alimentación y las Razas", no se necesita
de mucho análisis para determinar la debilidad explicativa de la tesis de José
Ramón López a causa de su reduccionismo y unilateralidad. Más interesante
es saber que un contemporáneo de López, Rafael J. Castillo, desmontó pieza por
pieza todo el aparato argumentativo contenido en "La Alimentación y las
Razas", desde los supuestos hechos usados como elementos de prueba hasta
la urdimbre lógica propiamente dicha de los argumentos de su autor, poniendo de
manifiesto las debilidades tanto empíricas como inferenciales de la tesis
mencionada (Véase López, op. cit., pp. 337-398).
En 1940 comienza una etapa
nueva para el estudio de la psicología en República Dominicana. Fue
durante ese año cuando por primera vez se empezó a enseñar algunas asignaturas
psicológicas en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Santo Domingo,
entonces la única universidad del país. El Dr. Fabio A. Mota, médico de
amplia cultura filosófica, profesor de Psiquiatría en la Facultad de Medicina,
enseñaba un curso de Psicología Anormal a los estudiantes de Filosofía,
mientras que el Dr. Salvador Iglesias, graduado en Filosofía en Roma y con
cursos de Psicología en varias universidades norteamericanas, enseñaba los
cursos de Psicología General, Aplicada y Educativa.
En 1945 se publicó la primera
obra de carácter psicológico en República Dominicana. Fernando Sáinz, un
exiliado profesor y escritor español, reunió y publicó en forma de libro una
serie de artículos sobre la psicología del dominicano, los cuales habían
aparecido previamente en las ediciones dominicales del Diario La Nación, de
Santo Domingo (Sáinz, 1945). Sobre una base puramente anecdótica, el
autor pretende describir la personalidad del dominicano, y lo hace en los
siguientes términos:
El dominicano es mucho más
complejo que su apariencia. Su pensar es filosófico teorético; sostenedor
de doctrinas y opiniones. Pero si se trata de actuar es preferentemente
positivista y pragmatista. Salta de la metafísica al practicismo con
soltura que le permite no posar en el largo camino intermedio, que es la
ciencia.
Siente la cortesía y la
amabilidad en su sangre. Es generoso, sobre todo con los extraños, y le
encanta prestar servicios, tanto por lo que puedan beneficiar a quien los
reciba como por experimentar la sensación protectora. Disculpa los
agravios y desdenes y no guarda rencor largo tiempo.
Es genuinamente tradicionalista. Cultiva los usos y costumbres ancestrales haciendo una traducción original a la época actual.
Es genuinamente tradicionalista. Cultiva los usos y costumbres ancestrales haciendo una traducción original a la época actual.
Es enormemente
conformista. Acepta su suerte sin protesta. Resiste la adversidad
como un estoico, y celebra la dicha como un niño. Ama la vida como un
epicúreo. Se cuida, se medica y se trata con sabiduría y técnica
populares inigualables. Al servicio de su salud pone toda la gea, la
fauna y la flora, la experiencia, los doctores, los hechiceros y la corte
celestial; pero si llega para él o sus deudos el último momento lo acata con
ejemplar conformidad.
Las personalidades dominicanas
de más calidad son sencillas, modestas, cordiales y amables, dentro de un marco
de gran dignidad. Las ficticias son de una fatuidad y orgullo compensadores de
su vacío interior. (Sáinz, 1945, pp. 181-183).
Posiblemente hay muchos
dominicanos a los que la descripción anterior se ajuste de un modo más o menos
exacto. Pero posiblemente también hay muchos puertorriqueños, cubanos,
haitianos, etc. para los que la misma descripción es válida. La razón de
esto es que descripciones de ese tipo se basan en rasgos o características que
ocurren con mucha frecuencia en cualquier población humana. El simple
hecho de que cada persona conozca algunos casos para los que una descripción es
válida, produce una ilusión de validez que insensibiliza al observador frente a
evidencias falseadoras. Mientras más universales sean las características
incluidas en la descripción, mayor es la probabilidad de que ésta sea
considerada válida, pues habrá un número mayor de casos en cualquier población
a los que dicha descripción es aplicable; se trata del "efecto
Barnum", nombre con el que designó Meehl (1956) la fácil aceptación de que
gozan las interpretaciones de la personalidad basadas en descripciones muy
generales (Snyder et al., 1977). Por otra parte, hablar de un pueblo como
una realidad homogénea es incompatible con las diferencias debidas a las
expectativas culturales vinculadas al sexo, la edad, la clase social y el nivel
educativo, y descansa en un error de analogía, al pretender construir un
discurso psicológico razonando por analogía a partir del universo geográfico,
jurídico y político. A pesar de las limitaciones señaladas, que son
comunes a la mayoría de los trabajos publicados sobre el carácter nacional
(Barnouw, 1967; Béjar, 1966), los ensayos del profesor Sáinz reflejan una
sólida cultura filosófica y una gran familiaridad con las teorías psicológicas
predominantes en Europa durante la primera mitad del siglo XX. Es lamentable
que sus trabajos no provocaran el interés de los pocos interlocutores
calificados en Psicología que había entonces en el país.
Un año después, 1946, el Dr.
Antonio Román Durán, psiquiatra español exiliado en República Dominicana,
publicó entre enero y febrero, en el Diario La Nación, seis artículos sobre
diversos temas, tales como la tartamudez desde un punto de vista psicodinámico,
la conducta del jugador, los instintos, la masculinidad y la femineidad, el
alcoholismo y las toxicomanías. Ese mismo año, Rafael Fco. González
publicó en la Revista Jurídica Dominicana una artículo sobre el Psicoanálisis y
el Derecho Penal (González, 1946).
En 1950, el dominicano Enrique
Patín, Dr. en Derecho y Filosofía, publicó un opúsculo que contenía dos ensayos
(Patín, 1950). El primero y más extenso trata de los complejos del
pensamiento dominicano y el segundo sobre el alma de nuestra plebe. El
autor suscribe la tesis de la existencia del alma colectiva, y señala que así
como los sujetos padecen de prejuicios o de trastornos psicopatológicos, tal
sucede con las almas colectivas. Un complejo es definido como "un
conjunto de pensamientos prejuiciosos que siguen orientación determinada y
están dotados de cualidades comunes entre sí" (Patín, op., cit., p.
7). A manera de resumen sobre los complejos del pensamiento dominicano,
el autor señala:
El pensamiento popular
dominicano es afectado por una serie de conjuntos de prejuicios que hemos
denominado completos. Estos nos inducen a juzgar superior todo lo
extranjero por el solo hecho de serlo. A darle sentido colonial a
nuestras cosas políticas, sociales o nacionales. A sentirnos afectados
por las condiciones geográficas de nuestra Patria. A creernos amenazados
por Haití o a reputar como despreciables o perjudiciales las cosas
haitianas. A considerar como superiores las personas o las cosas de una
región por el solo hecho de pertenecer a ella. A adoptar ideas y
costumbres típicamente yankis, por reputarlas originales y superiores a las
nuestras. Y, por último, a identificarnos con la crisis cultural europea,
provocada por las dos últimas guerras mundiales (Patín, op. cit., pp. 44-45).
Patín considera que a los
dominicanos nos falta una noción clara de lo que somos como pueblo y de cuál es
nuestra psicología, pues aunque sabemos lo que somos geográfica e
históricamente, todavía no disponemos de una obra que nos diga
desapasionadamente lo que somos, psicológicamente hablando. A fin de
superar los complejos que lo aquejan,
El pueblo dominicano necesita
de una ideología sabia que le dé conciencia de su propio valor, que le quite de
los ojos la bruma que empaña su visión. La carencia que hay en nosotros
de hombres de pensamiento dificulta la empresa. Por lo regular la mayor parte
de nuestra juventud se inclina al Arte, muy pocos se entregan al cultivo de la
Filosofía o la Ciencia.
Conocer lo que somos; saber lo
que fueron nuestros antepasados; valorar certeramente sus actos; apreciar con
exactitud lo que valemos, tal es lo que esperamos que nuestros hombres de
estudio nos hagan aprender. (Patín, op. cit., pp. 28-29).
Finalmente, el autor termina
su primer ensayo afirmando la necesidad de la higiene mental, del
fortalecimiento de la mente con principios o ideas sanas que constituyan
verdaderas barreras contra la intromisión de ideas perniciosas o nocivas.
En el segundo ensayo incluido
en el opúsculo mencionado, Patín habla de la vida en los arrabales de Santo
Domingo, de manera especial en los patios llenos de habitaciones denominados
cuarterías, y de la psicología de sus habitantes, a los que genéricamente llama
plebe; de ahí el título del ensayo como El Alma de Nuestra Plebe. Según
el autor,
"En nuestros arrabales,
el campo y la ciudad se juntan. Lo animal y lo humano. Lo
civilizado y lo salvaje. Tal amalgama de cosas origina choques de
instintos y razones que engendran un tipo de hombre: el plebeyo" (Patín,
op. cit., p. 30).
Al considerar al plebeyo como
un salvaje de arrabal que aún no ha superado el nivel de funcionamiento
puramente instintivo, el autor expresa:
Sexo y estómago son los polos
vitales de su vida. En ninguna parte como en el arrabal ejerce el
estómago su atroz tiranía. El hombre vulgar sólo vive para satisfacer,
principalmente, sus necesidades alimenticias y sexuales.
Después del estómago, el más poderoso
tirano de nuestra plebe es el sexo. En nadie como en ella tiene éste
tanto poder. La sexualidad se le exacerba de modo extraordinario. (Patín,
op. cit., p. 32).
Entre las características que
el autor atribuye a los habitantes de los arrabales sobresalen la falta de
higiene, la sensualidad, la concupiscencia, el egoísmo, la catatimia, la
inmoralidad, la irracionalidad, la bullanguería, la extroversión, la
superstición, la obscenidad y el sadomasoquismo.
Los planteamientos del Dr.
Patín sobre lo que él llama "complejos del pensamiento dominicano"
atribuyen al pensamiento dominicano una serie de prejuicios vinculados a
nuestras condiciones geográficas, históricas y económicas. Pero esta
tesis está expuesta a dos dificultades importantes. La primera es
inherente al concepto de "pensamiento dominicano" y su carácter más
de sujeto lógico que de sujeto real; la segunda es que los mencionados
prejuicios parecen ser deducidos de las condiciones geográficas, históricas y
económicas de la República Dominicana más que constatados a través de
observaciones sistemáticas independientes. Por otra parte, las
características atribuidas por el autor a los habitantes de los arrabales
configuran un estereotipo muy difundido en los estratos sociales más elevados
de la sociedad dominicana, probablemente resultante de observaciones
anecdóticas interpretadas a la luz de prejuicios de clase social. Sólo
estudios comparados permitirán determinar en que medida los rasgos señalados
caracterizan de manera exclusiva o predominante a los habitantes de los
arrabales de Santo Domingo.
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